El Aljibe

 

Si lo puedo contar es porque estaba ahí y presencié los acontecimientos los que sin mi participación no se hubiesen consumado. No creo necesario detallar el lugar donde sucedió pero no está de más decir que me sentía seguro en él. No soy de los que piensan que es necesario  un entorno apropiado para que ciertas cosas sucedan.

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De mi libro: Un Pan de Dios

Sentado frente a la mesita donde estaba apoyado el teléfono Benito miraba el gris aparato como si fuera un oráculo que le daría la respuesta.

¿Lo debo llamar?, se preguntaba, tengo que armarme de coraje y hacerlo. Vaciló, estiró la mano y levantó el tubo, lo miró por unos momentos buscando quizás a través de los auriculares, la presencia de quien fuera a atender la trascendente llamada que estaba a punto de realizar. Marcó el número y esperó.

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Perdón Leo

Señales

Como suele suceder desde que el mundo es mundo, con la llegada del alba, amanece. Hoy, el sol apenas asoma en el horizonte, detenido, expectante, como el actor que momentos antes de salir a escena, espía por un resquicio del telón para confirmar que la sala esté lo suficientemente llena para que comience la función. Solo una parte de su corona amarilla similar a un huevo frito humeante flota en el borde del mar embravecido. El amanecer, acontecimiento previsible se hace esperar, un retraso mayor pondría en peligro la secuencia singular, el acontecer común a todos los habitantes del planeta. Los animales nocturnos demoran el regreso a las cuevas, los pájaros agitan sus alas sin atreverse a dejar sus nidos y los empleados públicos aprovechan para dormir un poco más, algunos ya decidieron tomarse el día libre.

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¿Donde velan a Mauro Villalba?

Entré al velatorio, me pareció un lugar despojado, ausente de recuerdos, gélido como las salas de espera de los hospitales donde los familiares aguardan una noticia alentadora. -Está mejor, mañana le damos el alta, nos comunica el medico sonriendo. Suficiente para conciliar el sueño y seguir esperando.

Otras veces suena la temida frase, –no pasa de esta noche-.

 Los velorios son el punto de partida para transitar el duelo, cada hora es distinta, lentamente el muerto muta de persona a cadáver. Mirarlo una y otra vez destruye los pocos vestigios de esperanza de que no sea él, que estemos viviendo un sueño. A medida que el tiempo transcurre, el sufrimiento cede, las muestras de pesar animan, las emociones se estabilizan hasta el deseado momento en que el ataúd se cierra y todo termina.

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