Entré al velatorio, me pareció un lugar despojado, ausente de recuerdos, gélido como las salas de espera de los hospitales donde los familiares aguardan una noticia alentadora. -Está mejor, mañana le damos el alta, nos comunica el medico sonriendo. Suficiente para conciliar el sueño y seguir esperando.
Otras veces suena la temida frase, –no pasa de esta noche-.
Los velorios son el punto de partida para transitar el duelo, cada hora es distinta, lentamente el muerto muta de persona a cadáver. Mirarlo una y otra vez destruye los pocos vestigios de esperanza de que no sea él, que estemos viviendo un sueño. A medida que el tiempo transcurre, el sufrimiento cede, las muestras de pesar animan, las emociones se estabilizan hasta el deseado momento en que el ataúd se cierra y todo termina.