Frente al espejo la relación se hace más llevadera, mi reflejo me sonríe piadosamente, le presto mi imagen y me la devuelve fresca, lozana, sin que se note el transcurrir del tiempo.
En cambio, las fotografías, reflejan la crueldad del paso de los años, donde semejamos a esculturas sometidas a la intemperie, dañadas por la inclemencia de sucesivas tormentas. En las fotos se revela un instante fatal, en el que tratamos de acomodar la postura, ensayamos distintas sonrisas, a las que nos alienta el ocasional fotógrafo, intentando que luzcan más seductoras las arrugas que como flechas amenazan alrededor de los ojos.
Con el espejo tengo una relación cómplice, me brinda la oportunidad de cambiar de perfil, de modificar mi semblante, de sonreír relajado, especialmente por la mañana cuando, tras el sueño, mi rostro aparece como si lo portara un legionario recién llegado de la guerra
En las fotografías, la imagen revela el aspecto sombrío de la piel que se asemeja a un acantilado, donde las capas geológicas se hacen visibles por el color de los sedimentos acumulados durante décadas. Las fotos descubren sin piedad el cabello escaso, los dientes amarillos, las orejas tapizadas por pelos rebeldes y las cejas frondosas que como arañas trepan por la frente tratando de alcanzar el cuero cabelludo.
Es así Antonio, en el piadoso espejo se refleja esa parte de nosotros que no ha envejecido aún, se compadece y me revela la juventud que los años no lograron apagar. Ante él gesticulo, payaseo y canto celebrando la vida. Frente al espejo, mi mente no toma conciencia del daño, como si el vidrio plateado conociese mi resistencia a tratar de cambiar el rumbo inexorable del tiempo.
En las fotos el instante se detiene en el preludio del futuro que no quiero ver, estampa ese momento como definitivo. Realza los pliegues de la piel reseca, rebelde a las cremas mágicas que recomiendan en la tele.
Pero como todos los hombres soy contradictorio, usted me conoce Antonio, postulo un argumento convincente y después me resisto a aceptarlo.
Cometí el error, justificado, de comprar uno de esos espejos con aumento que agrandan la imagen. Dejaba partes de la cara sin afeitar.
Descubrí con asombro, aunque sabiendo de antemano con que me encontraría, que mi piel se asemeja a la de un pollo mal pelado. Que cada pasada de maquina surcando las arrugas y los accidentes geológicos, es una aventura. Tal vez hubiese sido mejor seguir afeitándome a tientas.
Y ese pedazo de vidrio agrandado, burlón, casi con vida propia, me tenía reservadas algunas sorpresas más. Descubrí verrugas colgando de los parpados, manchas marrones en las sienes, labios agrietados por la deshidratación.
Desde el fondo del puto espejo, emerge un espectro agigantado, de mirada sin brillo, con las corneas esmeriladas y el color verde agua por el que se morían las minas, se ha opacado como una vieja botella de vidrio.
¡No es justo Antonio!, ¿cuando pasó ese vendaval de tiempo que nos transformó en piezas de museo? No quiero caer en el lugar común de decir: -parece que fue ayer-, pero ¿no te parece que fue ayer cuando me tocaste el hombro en la fila del colegio para preguntarme si te cambiaba figuritas?
Aunque sé que la guerra está perdida quiero presentar batalla. No te burles, pero tengo desplegado sobre la mesada del baño, frente al enemigo vidriado, un arsenal de alicates, pinzas y tijeras. Cremas antiarrugas, gel depilatorio y una loción que según la publicidad hacer crecer el pelo. Hasta adopté una crema dental que pesar que no blanquea una mierda insisto con ella.
Me depilo las orejas, me recorto las cejas y los pelos de la nariz. Me embadurno con la crema y después de aplicarme la loción me masajeo el cuero cabelludo durante cinco minutos como aconsejan en las instrucciones. Terminada la sesión de belleza, me mando veinte abdominales, -en mi imaginación, porque no llego al noveno-. Seguidamente elongo, hago ejercicios de respiración y quedo tan roto que no me puedo levantar del piso…
Ayer, terminado el inútil esfuerzo de cada mañana, me acomodé en el sillón del patio para atormentarme con las fotos del cumpleaños de mi nieto. En lugar de disfrutar las caritas felices de los chicos, las examiné buscando sin éxito alguna en la que haya salido favorecido.
Catalina esperó paciente que se las fuera pasando. Después de observar cada una con detenimiento, me sonrió con cara de enamorada. -Estás igual que cuando nos conocimos, me dijo.
En vano trato de traerla a la realidad, insistiéndole que de una buena vez debe operarse las cataratas, bondadosa niega con la cabeza.
Es sabia la vieja, guarda en su corazón la imagen de nuestros mejores años. Esa actitud la suspende en aquel tiempo lejano y feliz cuando nos enamoramos.
muy bueno y real, felicitaciones
Muchas gracias!!
No sabía que te habías ido, pero me alegra que hayas vuelto.
Joyita.
Gracias, siempre tan generosa
Me gustó muchisimo! Porque te conozco y se el cariño, y el respeto que siempre tuviste con los mayores. Y un final soñado y además esperado, elevando a la mujer como la máxima compañera, seguidora firme y enamorada, donde demuestra que por mas que pasen los años, las virtudes y el amor siempre permanece joven.
Gracias amigo!!!