Encontró el camino, un estrecho sendero de tierra que desaparecía en la barranca. Temió lo peor, ya habían pasado tres días de la desaparición, nadie la había visto.
Como todas las tardes ella transitaba las dos cuadras que separaban su casa de la de su amiga, nunca llegó, algunos la vieron pasar pero se negaron a dar detalles sobre la hora. No faltaron los comentarios. Ella se lo buscó, era número puesto, se lo merecía, como si alguien pudiese asegurar que destino merece cada quien.
Hugo, el hijo del carpintero, un borrachín que a sus cuarenta años todavía vivía del esfuerzo del padre, comentó que había visto cuando un tipo de contextura robusta y cabello negro la había arrastrado hacia la parte trasera de una camioneta azul. Un linyera que merodeaba el barrio juntando comida de la basura y que también andaba con una buena cuota de alcohol encima, aseguró que la vio corriendo camino al descampado perseguida por los pibes de la otra villa que como todos sabían, andaban en algo raro.
Los vecinos coincidían que su andar era altanero y sumamente provocativo. Que su mirada profunda intimidaba a los más jóvenes que no se atrevían a acercársele por más que ella intentase intercambiar un saludo. Había un comportamiento contradictorio que no lograban descifrar. Una mezcla de seducción e histeria se ocultaba detrás de su figura atractiva.
Para qué avisar a la policía pensaba Ramón, a veces complican más las cosas. Preguntan algunas pavadas como para justificar su presencia, igual que la otra vez cuando dijeron que habían desplegado una búsqueda intensiva y ella apareció al otro día como si nada.
A medida que se acercaba a la barranca Ramón presintió lo peor, su esposa lo seguía unos metros detrás. Al grito de su marido se derrumbó en el piso aun embarrado por la lluvia de la noche anterior. Rosita estaba tendida sobre los matorrales, su cuerpito picoteado por las aves de rapiña ya despedía el tufillo de la descomposición que los bichos habían comenzado a provocar.
A Ramón no le importó, se arrodilló frente al cadáver de su pequeña, la tomó en los brazos y retrocedió hasta donde su esposa de rodillas lloraba amargamente.
Lejos, muy atrás, quedaron esos momentos de tensión cuando después de muchas idas y vueltas decidieron adoptarla. Pensaron que ya eran muy viejos, que no tendrían paciencia pero esa bolita de pelos de ojitos tiernos los hechizó desde la vidriera de la veterinaria
Ramón la puso en la falda de su esposa, ella, suavemente, como si aún estuviese con vida, le acarició el pelaje marrón, los colmillos sobresalían del hocico, parecía sonreír.
Rosita lo intentaba, susurró Mabel, trataba de caerle bien a la gente pero no podía evitar el gruñido que tanto asustaba. Más de una vez escuché decir a algún padre que la iban a matar, que no arriesgarían la seguridad de sus hijos por una perra de mierda.
Jajaja como siempre buenísimo el final
Comienzo tenso, angustiante y especialmente presente pero, por suerte, el arte y el humor negro pudieron más. Sintético directo y un final perfecto…. muy bueno
Parecía un caso más de la realidad actual . No dejo de ser un alivio al final . Muy bueno .
Jjajaja jamas me imagine el final, buenisimo!