Me acuerdo, como no me voy a acordar si me parece que las estuvieses viendo venir por detrás del monte. Una marea gris en una danza armoniosa como si fueran un cardumen de sardinas, dándose formas extrañas para intimidar y pretendiendo ser una sola cuando eran miles, quizás millones que en unos pocos minutos dejaron el campo destrozado, peor que si lo hubiese sacudido un huracán o una gran tormenta de granizo.