De mi libro: Un Pan de Dios

Sentado frente a la mesita donde estaba apoyado el teléfono Benito miraba el gris aparato como si fuera un oráculo que le daría la respuesta.

¿Lo debo llamar?, se preguntaba, tengo que armarme de coraje y hacerlo. Vaciló, estiró la mano y levantó el tubo, lo miró por unos momentos buscando quizás a través de los auriculares, la presencia de quien fuera a atender la trascendente llamada que estaba a punto de realizar. Marcó el número y esperó.

-Hola

-Hola, por favor con Dios, dijo Benito tímidamente

-¿Quién le habla?, respondió una voz seca, poco amable. Nada parecido a una voz característica de un asistente celestial, pensó Benito. -Mire, no creo que me conozca, dijo abrigando una ligera esperanza de que así fuera.

-Por el código de área debe estar llamando desde la Tierra, este es un número directo,  ¿cómo lo consiguió?

-Me lo pasó un Santo conocido, bromeó Benito.

-Que gracioso, estoy harto de decir que no den el número privado, ¿para qué tenemos un conmutador con ocho mil líneas rotativas?

-Disculpe, llamé al conmutador pero me atendió una voz femenina, una beata supongo, decía: “Gracias por comunicarse con El Cielo, su llamada es muy importante para nosotros, todos nuestros Ángeles están ocupados en este momento”,  me pusieron una música celestial que dura una eternidad. Colgué y me animé con el directo.

¿-No pensará que Dios puede atender a 8 mil millones de humanos cada vez que lo llaman? El Señor no puede hacer diferencias, pero confieso que debemos mejorar el servicio. En fin, ¿qué se le ofrece?

-Perdón,  ¿usted es San Pedro?

-No, Pedro se retiró junto con Pablo, viven en una galaxia preciosa. Últimamente perdía las llaves a cada rato y se formaba una fila de almas interminable. Las pobres  se lamentaban más por la espera, que por su destino mortal.

-Entonces, ¿usted quien es? Se intrigó Benito.

-San Suplicio, atiendo los asuntos particulares del Altísimo.

Como si San Suplicio recién lo hubiese mencionado, Benito preguntó aterrado. ¿Las almas mueren?, ¿no es verdad que entran al cielo?

-Entrar no entró ninguna hasta ahora, llegan pero no califican, ni aún los que ustedes llaman santos. Igualmente tenemos un stock suficiente de almas para un par de milenios. Habíamos pensado en restaurarlas pero llegan muy deterioradas, las enviamos a un lugar donde deberán arrepentirse eternamente de sus pecados-

El purgatorio pensó Benito, si los humanos se enteran  que ni siquiera los buenos pueden entrar al cielo, vivir no tendría ningún sentido.

–Sé lo que está pensando, el asunto es que no hay buenos. El Señor es muy exigente y desde el principio el hombre vivió en pecado permanente. No se lleve por lo que predican los que dicen ser nuestros representantes en la tierra.

-Pero Él nos creó, en todo caso es el responsable de que no seamos puros y santos como pretende.

-Eso debería hablarlo con Él, zafó Suplicio.

-Es lo que estoy intentando hace como media hora, ¿me puede pasar?

-Debería decirle que vuelva a llamar por el conmutador, no nos permite pasarle llamadas. Siglos atrás Él  se encargaba de todo, no es que ya no sea omnipotente  pero desde que decidió crear vida en otros planetas tuvo que nombrar varios asistentes, por más Dios que uno sea es difícil administrar un Universo. Yo coordino un equipo de doce colaboradores directos.

-Claro, los doce apóstoles

-No, los apóstoles se dispersaron, siempre estaban en una nube, así que el Señor los jubiló y se ocupan de atender el sector de almas de la tercera edad. Bueno cuénteme, en que podemos ayudarlo.

-No quiero ser pretencioso pero yo quería hablar con Dios directamente, por favor no piense que usted no me resulta confiable don Suplicio, es importante y no quiero que ninguna palabra sea mal interpretada, ¿podría hablar con Él solo un minutito? Se lo suplico, con lo que me acabo de enterar sobre las almas, es más urgente todavía.

-A ver, déjeme intentar si le puedo pasar, no me corte.

-Gracias, espero.

-Mire Sr…

-Benito

-Mire Benito, el Señor tiene el interno ocupado, me quiere dejar algún celular o una dirección de mail, Él siempre responde los mails.

-Dígame una cosa, San como se llame, ¿usted me está cargando?, Dios enviando mails.

-No señor Benito, no lo estoy cargando, se imagina que Él no nos dejaría ser irrespetuosos con sus hijos como gusta llamarlos, pero me parece que usted me está gastando una broma, esto es una panadería y hace una semana que llama  pidiendo hablar con Dios, trato de tener paciencia pero comprenderá que tengo trabajo que hacer.

-Perdone, no me había dado cuenta, me dieron este numero. Yo sabia que era una panadería pero como dicen que Dios está en todas partes. Imaginé que podía ser un buen lugar para atender, como ahí hacen los sacramentos. Le pido disculpas dijo apesumbrado Benito, creía que se podía producir el milagro de hablar con Dios aunque sea un instante. Son tantos los que dicen que hablan con Él. Bueno al menos lo pude hacer con usted, gracias por la paciencia, por un momento tuve la ilusión que hablar con Dios era posible.

Benito apoyó suavemente el tubo sobre la mesa, no colgó, no volvería a llamar, por sus mejillas rodaban lágrimas de impotencia, de congoja. Una extraña tristeza lo invadía, la comunicación podría haber sido una farsa, una broma macabra, alguien que se aprovechaba de su necesidad  para dejarlo mas confundido. Aún así, se sintió el destinatario de una revelación.

Fue hacia la ventana que daba a la calle, en la vereda dos nenes jugaban a la pelota, la abuela había sacado la silla donde se sentaba cada mañana para vigilarlos. Ni ella ni sus nietos tendrían esperanza, al finalizar su vida  solo podrían aspirar a ser un alma errante pagando sus pecados por haber vivido. La muerte había dejado de ser una frontera para ser un muro contra el que todos nos íbamos a estrellar inexorablemente, aun cuando nuestro comportamiento terreno hubiese sido angelical. La delgada línea entre el ser y no ser se había quebrado, los seres humanos no calificamos.

El teléfono sonó, no le dio importancia, no había colgado por lo tanto nadie llamaba. El sonido del timbre se hizo cada vez más agudo. No voy a atender dijo mirando el teléfono. Una voz se escuchó desde el interior: -atienda por favor, atienda-. Levantó lentamente el auricular y lo acercó a su oreja.

-Benito, disculpe, recién estábamos hablando, soy Dios, por favor no corte, me puse una panadería para alejarme un poco de este loco universo que yo mismo creé, necesito un tiempo para meditar. Me evado amasando pan,  media lunas y también sacramentos. Me distiendo sabe, me ayuda a reflexionar sobre lo que hice, me siento un poco culpable, no me salió tan bien como esperaba.

Hubo un largo silencio, por un momento ninguno habló, se escuchó un sollozo.

-Dios no llora pensó Benito, solo las personas lo hacen para descargar su angustia. Titubeó, era un poco ridículo que Dios atendiera una panadería, pero igual decidió continuar con la conversación, solo perdería unos minutos al teléfono.

-Mire don Dios, lo andaba buscando porque por acá hay algunos problemitas que requieren su atención.

-Siga,  dijo Dios. A Benito le pareció escuchar un coro de ángeles como fondo de la conversación.

-¿El mundo tiene garantía?

-Mire, ya pasaron unos cuantos milenios, salvo que se refiera a los últimos dos mil años.

-¿Pero tiene o no tiene garantía?

-Si es defecto de fábrica me tiene agarrado, la garantía no vence.

-¿Quiere escuchar lo que pienso al respecto?

-Cuénteme dijo Dios con su paciencia infinita

-Cuando al sexto día usted creó al hombre, sospecho que estaba un poco cansado y descuidó algunos detalles. No se esmeró lo suficiente  o se le mezcló la formula con algún animal. Los humanos logramos evolucionar, nos hicimos más inteligentes pero nos quedó ese instinto salvaje que nos llevará a autodestruirnos. Debe hacer  algo urgente o esto termina mal.

-Usted que sugiere, dijo Dios muy interesado.

-Que deje las medialunas y vuelva a sus menesteres, los hombres hemos perdido la esperanza. Para colmo, los que  administran el cielo están aburguesados, son ángeles muy jóvenes,  les falta la experiencia de un Arcángel Gabriel, de un San Agustín o un San José, hasta lo jubilaron a San Pedro que era un símbolo de la entrada al paraíso, los que están al borde de la muerte esperan que él los reciba pero solo pueden oír:

“Gracias por elegir el cielo para pasar su vida eterna, todos nuestros santos están ocupados, en breves instantes uno de ellos los atenderá, mientras tanto vayan llenando la ficha que encontrarán arriba de la nube que tienen a su izquierda”,

-Usted me pide algo difícil Benito, sería  más fácil hacer un mundo nuevo que recuperar este, si me dieron la espalda cuando más los ayudé, ¿porque habrían de escucharme ahora?

-Bueno no se me amargue, tampoco todo anda tan mal, pero un retoquecito cada tanto ayuda, un upgrade, use un poco la tecnología. ¿No puede mandar a alguien? Con Jesús anduvimos dos mil años más o menos bien.

-En Jesús ni  piense, cada vez que le hablo de la Tierra le empiezan a sangrar las heridas, lo trataron muy mal, además se está ocupando de otro planeta que nos acaba de entrar.

-¿Y otro hijo no tiene?

-No, que yo sepa, pero mire, por usted lo voy a hacer, voy a ir yo en persona

-¿Le parece  jugar todas las fichas? ¿No será peligroso?

-Decídase Benito, ¿Qué quiere que haga?, soy Dios, no soy un improvisado.

-Con todo respeto le digo que tuvo que emparchar bastante, mandó las siete plagas a Egipto, ayudó a su pueblo a cruzar el mar, les entregó los diez mandamientos, al final lo envió a Jesús, si lo hubiera hecho bien de entrada….

– Si lo hubiera hecho bien de entrada, seria un dios

-Y que, ¿no es Dios?

Dios pensó bien la respuesta, en verdad era demasiado difícil arreglar el mundo, desde el comienzo había decidido darles a los humanos libre albedrío y eso no lo podía cambiar.

-Benito, me parece una buena persona, gracias a Dios hay muchos como usted y son los que pueden mejorar la vida en la tierra. No es que me quiera desentender, ¿le mando una docena de sacramentos?

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